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[En Vuelta existe un] robespierrismo intelectual tan intolerante como de curioso cuño: no conocen más que dos partidos: el de los inmaculados ciudadanos intelectuales y el de los detentadores del poder público. ¿Cómo es posible que hagan estas trampas intelectuales? ¿Que sólo maticen y hagan distinciones cuando así conviene?
(Luis Miguel Aguilar, “Por entregas. Vuelta, año cinco”, Nexos, 49, enero de 1982).
Vuelta apareció en diciembre de 1976; Nexos, trece meses después, con un formato tabloide y un diseño que recordaba vagamente el de La Cultura en México (a cuyo consejo editorial habían pertenecido sus fundadores y algunos de sus colaboradores más fieles) y que no duró mucho: catorce meses después, el formato de la revista y el papel de sus páginas interiores como el de su portada, eran iguales a los de Vuelta. Años más tarde, “Amigos del Arte”, la Asociación Civil que editaba Vuelta, se convirtió en la Editorial Vuelta, S. A., y comenzaron a publicar libros; pocos meses después, los editores de Nexos formaron la editorial Cal y Arena, S. A. y comenzaron a publicar libros. En 1988, Vuelta llamó a un certamen de ensayos sobre la democracia y los ganadores fueron publicados por la revista: poco después, Nexos llamó a un certamen de ensayo sobre la democracia, y los ganadores fueron publicados por la revista. En 1990, Vuelta organizó un encuentro internacional de intelectuales, “La experiencia de la libertad”; en 1992, Nexos organizó un encuentro internacional sobre “Los grandes temas de nuestro tiempo”. […].Vuelta es una revista de escritores, algunos de los cuales escriben sobre temas políticos, económicos y sociales. Nexos es sobre todo una revista de investigadores universitarios, algunos de los cuales escriben novelas, cuentos y ensayos literarios.
(Aurelio Asiain, “Lo que hay que ver. El populismo literario y los nuevos científicos”, Vuelta, 186, mayo de 1992)
Vuelta […] se ha opuesto una y otra vez a la confusión entre la verdadera literatura y los productos de la mercadotecnia, pero también a los sarampiones que infectan a nuestras clases intelectuales, demasiado propensas a entusiasmarse con las etiquetas del mercado editorial de Occidente y a sumarse a los cantores del postestructuralismo, la posmodernidad, la posvanguardia, la Nueva Era. […] Hoy que la hojarasca derrideana empieza a pudrirse sobre el humus infecundo de otros brotes logorreicos y que las pilas de papel mojado con que se hundió el último postmarxismo apestan a sacristía, las páginas publicadas durante veinte años en la revista siguen siendo actuales. […] Un lector atento advertirá también cómo en años recientes, mientras los analistas políticos locales se llenaban la boca de “retos”, “desafíos” y “certidumbres”, esa empeñosa terminología tomada del periodismo norteamericano ha estado ausente de las páginas de Vuelta. Tampoco se verá que, para definir a la promoción más reciente de escritores mexicanos, ningún crítico de la revista adopte la etiqueta de la “Generación X”, cencerro que hoy reclama una serie de borregos. No se encontrará tampoco en ellos la exaltación de la crónica periodística al grado supremo de la excelsitud literaria, ni tantas otras necedades a la moda. [Vuelta] no ha sido nunca una revista que pretenda publicar a todos los escritores; ni siquiera a todos los buenos escritores. No ha sido una antología ni un inventario ni un catálogo. Es, decía al principio, una casa, un lugar de reunión, una red de relaciones amistosas, afectivas, intelectuales
(Aurelio Asiain, “Brindis”, Vuelta, 242, enero de 1997)
Contra lo que la gente cree [Vuelta] no fue la publicación de un solo hombre, ahí han confluido muchos individuos con diversos intereses y grupos literarios. […] En su vida interior nunca imperó la dirección vertical pues se optó por la participación de todos sus miembros, colaboradores y amigos, a quienes se les consultaba su opinión para que redituara en algún texto, una sugerencia o asunto que debíamos abordar.
(José Alberto Castro, ‘Me siento director de Vuelta desde hace muchos años’, asienta Aurelio Asiain, refuta a Enrique Krauze: ‘No fue la revista de un solo hombre’”, Proceso, 1122, 3 de mayo de 1998)
También con Pepe [José de la Colina], diez años después, me lancé a la más larga aventura de mi vida (duró 22 años) con [Fernando] Benítez y De la Colina en la primera etapa, en el Unomásuno de Manuel Becerra Acosta y Carlos Payán, quienes nos encomendaron el suplemento Sábado, el cual contó con las firmas más conspicuas de la llamada mafia (cuyo capo había sido siempre Benítez), con las “estrellas” de las revistas Vuelta y Nexos, con mis colegas académicos de la UNAM, profesores e investigadores, así como con los alumnos aventajados, cantera perenne que ha nutrido nuestras páginas generación tras generación; más los escritores de la emigración del Cono Sur, quienes —como los transterrados que nos envió la guerra civil española— se refugiaron en el suplemento Sábado que supo ganarlos dada nuestra causa común, tanto estética como ideológica. Pero vino pronto la diáspora que las diferencias partidistas provocan en casi todas las publicaciones que pretenden unir voluntades con tolerante pluralismo. Octavio Paz se llevó a sus huestes primero a El Universal, a un suplemento dirigido por Eduardo Lizalde y jefaturado por De la Colina. Los escritores de Nexos se fueron con Héctor Aguilar Camín, quien emigró con los disidentes que dejaron el Unomásuno, capitaneados por Carlos Payán, a La Jornada. Y ahí fraguó la revista cultural Semanal, en cuyo trono muy pronto pudo poner a Fernando Benítez, separándolo de Becerra Acosta, su “hermano-hijo”.
(Huberto Batis, Por sus comas los conoceréis)
Insoportables resultaron para la revista Vuelta —que es el Rolls Royce de las revistas culturales de América Latina, con más de cuarenta páginas destinadas a la publicidad comercial— las palabras del gran escritor mexicano [Carlos Fuentes] en Nicaragua.
(Tomás Borge, “Paz nos declaró la guerra: Borge”, Excélsior, 27 de agosto de 1988)
Nos reuníamos cada dos meses en la casa de Venustiano Carranza con Octavio, Aurelio, Sheridan, Fabienne Bradu, Christopher, a veces Susarrey o García Ramírez; esporádicamente Krauze; a veces De la Colina, nunca Rossi ni los demás. A Paz le gustaba re-crear el género de la conversación literaria con el pretexto de la redacción de la revista. Su nostalgia o su memoria se alimentaban sensiblemente de las investigaciones que Sheridan y Bradu hacían. Más que trabajar se conversaba, se repartían tareas y nos veíamos las caras luego de haber revisado hasta la náusea nuestras letras.
(Adolfo Castañón, entrevista con Malva Flores, Viaje de Vuelta)
¿Qué es una revista como lo fueron Plural y Vuelta? ¿Una revista es una casa de cristal cuyos habitantes –en su vida y en sus sueños tanto como en sus opiniones– están expuestos a la mirada de los otros, del público y la comunidad? ¿Esa casa de cristal es, por su transparencia misma, un observatorio, un mirador desde el cual se observa y registra al mundo y la historia? Desde Plural y Vuelta se ventiló así una conversación que animaron los “solitarios solidarios” y a quienes más tarde se unieron Enrique Krauze, Guillermo Sheridan, Aurelio Asiain, Christopher Domínguez Michael, Fabienne Bradu y tantos otros escritores de aquí y de allá. El valor de cada una estriba precisamente en la fuerza y originalidad con que se lanzó y relanzó desde sus páginas la conversación de la cultura mexicana moderna, ávida, en las escrituras de sus participantes –los inquilinos de la casa de cristal– de estar en el mundo en sus más diversas manifestaciones, y de estar ahí abriéndolo desde México y la cultura escrita y vivida en América a su propia utopía posible o enterrada o semi-enterrada en su pasado: pues estar en el mundo no era tanto para los artesanos inquilinos de la casa de cristal un frívolo oficio de trotamundos a la moda (aunque también, faltaba más), sino un apropiarse del propio mundo, del propio pasado, presente y por venir de otra manera. […] Los observatorios de Plural y Vuelta no sólo fueron un escenario para el exhibicionismo colectivo considerado como un humanismo de las minorías, sino una fábrica de formas mentales y de actitudes, un vivero para la nueva sensibilidad y quizás lo más importante: una arena de combate de la experiencia civil individual y colectiva. Esa arena es, desde luego, ideológica y política, y, con ella, con esa arena está fraguada la piedra del edificio.
(Adolfo Castañón, “Semilla en Vuelta en Plural”, Literal. Latin American Voices 35, Winter 2014).
Cubetazos. Número 183 de Vuelta. Veo que a continuación de mi respuesta al artículo “Polemizar” de Asiain, publicado en el 182, se publica una contrarrespuesta del mismo Asiain. El código de la etiqueta periodística hubiera aconsejado que no se me respondieran en el mismo número, sino en el siguiente, pero como en principio nuestra discusión es amistosa y hasta se diría que deportiva, finalmente el detalle es insignificante. Discusión amistosa, pero discusión y, con cosas inquietantes que dice Asiain, como este excesivo saludo: “Celebro la reaparición súbita del inmortal De la Colina, deus ex machina que me ha hecho irrumpir en el escenario como juez impasible. Confieso, sin embargo, que el papel que me asigna en la obra me desconcierta un tanto”, etcétera. A mí también me desconcierta que Asiain me adjudique el papel de inmortal, cuando en mi respuesta a su artículo sólo me autoregalaba con la condición de “inmortal del momento”, que, si se medita un poco, resulta ser la de todos, mientras no nos muramos; y me estremece que me vea reaparecer, porque eso implica que estaba yo desaparecido y ni siquiera me había dado cuenta; todavía estoy palpándome y temiendo ser, no un Deus Ex Machina, sino un parpadeante fantasma.
(José de la Colina, “Desidiario”, Vuelta 184, marzo de 1992)
Soy uno de los fundadores y creadores de la revista Vuelta. Hace 20 años que un grupo de escritores nos unimos e hicimos la revista Vuelta junto a Octavio Paz. Ese grupo ha ido desapareciendo de la revista o de su consejo de administración, y es impresionante confrontar las personas que había entre los fundadores y las que quedan en el consejo de administración. A pesar de que todos ellos son escritores en activo, han ido desapareciendo; de hecho, se nos ha quitado de las manos la revista. […] En los primeros meses en que era director suplente Alejandro Rossi, porque Octavio Paz estaba cosechando laureles en Europa, tuvimos que trabajar muy intensamente con una imprenta imposible, con un diseñador imposible, etcétera, y tratando de sacar a tiempo la revista; tuvimos un trabajo feroz, muy intenso, que provocó un choque entre Alejandro Rossi y yo, por lo cual Alejandro Rossi fue al consejo de administración y se hizo una junta en la que yo no estuve presente, lo cual fue poco honrado, porque aunque se considerara que yo debía dejar de ser secretario de redacción de todas maneras yo seguía perteneciendo al consejo de administración de la revista —o como se llamara entonces el consejo—, y en mi ausencia fui juzgado y sentenciado a no seguir como secretario de redacción, fue un acto de cobardía en el que sólo tuvo una actitud honrada y viril Salvador Elizondo, que protestó por el hecho de que se me juzgara no estando yo presente.
(José de la Colina, “De vuelta a los fundadores”, Viceversa 33, febrero de 1996)
Entré a Vuelta unos meses después que al Fondo de Cultura Económica, pero fue Proceso […] mi escaparate. En una mesa sobre Cosío Villegas en la Feria de Minería (en marzo de 1986), coincidí con Enrique Krauze y él me invitó a escribir en Vuelta no una reseña sino un ensayo […] Vuelta fue, en su última década, una revista de críticos literarios: Adolfo, Fabienne, Milán, yo mismo, Sheridan, lo éramos en distintas medidas. Hay un tono común, una escuela quizá, que viene directamente de Paz pero también de Tomás Segovia, de Elizondo, de García Ponce, de los escritores y poetas de los primeros tiempos de Vuelta y de Plural. […] El otro día encontré un papelito donde están los resultados de una encuesta que hice allí mismo, en Presidente Carranza, antes de las elecciones de agosto de 1994. Estábamos en aquella reunión los del consejo, Paz y Krauze, y de nueve votos posibles había tres para el pri, tres para el pan y tres para el prd. En las decisiones políticas de fondo, obviamente, Paz decidía tras debates a veces muy duros con Krauze, Rossi y Zaid. Recuerda las diferencias ante la revuelta del Dr. Nava en San Luis Potosí o, en febrero de 1995, aquel desplegado sobre Chiapas, cuando la PGR decide actuar contra Marcos y sus representantes en las ciudades. Entonces hubo una división muy fuerte de opiniones sobre si respaldábamos al gobierno de Zedillo o no. Firmamos a favor Paz, Rossi, Adolfo y yo; no lo hicieron Krauze, Zaid y Sheridan.
(Christopher Domínguez Michael, entrevista con Malva Flores, Viaje de Vuelta)
Conocí a Octavio Paz en persona el 4 de agosto de 1988 en las instalaciones de Vuelta, situadas en aquel entonces en un edificio oficinesco en el sur de la Ciudad de México. Llevaba yo casi un año colaborando en la revista con ensayos y reseñas. En aquella reunión, por iniciativa de Enrique Krauze, subdirector de la revista, y del secretario de redacción, Aurelio Asiain, se formó una mesa editorial destinada a hacer valer un cambio generacional que ellos juzgaban urgente, y se invitó a una decena de jóvenes escritores a integrarse formalmente a Vuelta. Mientras Paz estaba más activo que nunca, convertido en el polémico jefe espiritual de nuestra literatura, sus antiguos compañeros de Plural (1971-1976) y de los primeros años de Vuelta se habían retirado a hacer su obra, tal cual lo dijo el mismo Octavio esa tarde. […] Vuelta fue sólo el núcleo de la familia intelectual de Paz, que era grande e incluía a varios de sus “enemigos tan queridos”, como él los llamaba con frecuencia. A veces, cuando con razón o sin ella nos sentíamos molestos con él, lo encontrábamos más atento con sus enemigos tan queridos que con sus colaboradores más cercanos. Como en toda familia, al menos en la época en que yo pasé por ella, había trifulcas espantosas y reconciliaciones felicísimas; hijos pródigos y ovejas negras; amenazas de cerrar la casa y venderlo todo; refundaciones y revueltas; lágrimas y risas; sobremesas de alto riesgo métrico y encuentros agrestes en el pasillo oficinesco; excomuniones y rehabilitaciones; mezquindad y desprendimiento, suyos, pero también nuestros.
(Christopher Domínguez Michael, Octavio Paz en su siglo).
Paz era dado a maldecir a quienes admiraba, respetaba o quería. Casi siempre rectificaba, días después, y las aguas volvían a su cauce aun cuando las diferencias, generalmente políticas, prevalecieran. Alguna vez llegué a su departamento urgentemente convocado para tramitar la expulsión, por desleales, de Vuelta, de un par de viejos amigos suyos (Alejandro Rossi y Julieta Campos) que habían decidido integrarse al consejo consultivo del Canal 22, canal de televisión cultural recién creado por Salinas de Gortari, quien nombró como director a José María Pérez Gay, prominente escritor de Nexos. También Paz estaba molesto con Rossi y Campos porque habían asistido, entre el 10 y el 12 de febrero de 1992, al Coloquio de Invierno organizado por Nexos con un descarado apoyo institucional. No sé cómo pero en dos días todo se arregló y aquella tarde de conjurados, por suerte, quedó olvidada: uno y otra seguían estando entre sus mejores y más fieles amigos cuando Octavio murió, sobre todo Rossi, quien lo acompañó, con Olbeth, su esposa, durante buena parte de sus últimas hospitalizaciones. Para sobrevivir en Vuelta se requería cierta sangre fría y vivir bajo la amenaza de caer en desgracia. Quienes no toleraban ese ambiente, con humor o con malicia, eran quienes solían irse de la revista.
(Christopher Domínguez Michael, “Diario, 26 de marzo de 1992”, Octavio Paz en su siglo)
Trabajé prácticamente todo el día en mi colaboración para Vuelta. Estoy un poco cansado de todo eso. De ese profesionalismo intelectual.
(Salvador Elizondo, “Tiempo de escritura. Diarios 1977-1980”, Letras Libres, 117, septiembre de 2008).
Soy uno de los fundadores de Vuelta y por tanto mis relaciones serán siempre buenas. Esto no quiere decir que esté de acuerdo con su evolución. Pero eso es problema de la revista, no mío. Yo me limito a no colaborar, porque no quiero estar en desacuerdo. Ahora es una revista principalmente política, y empezó siendo una revista literaria. Pero mi admiración por su director permanece invariable. Él es libre y yo soy libre.
(Juan García Ponce, “De vuelta a los fundadores”, Viceversa 33, febrero de 1996)
En México se edita una revista aburridísima: Vuelta. Su contenido nadie lo entiende, ni quienes la redactamos. En uno de sus últimos números aparece un artículo de Severo Sarduy, un escritor que me parece malísimo, sobre Lezama Lima, otro escritor que también me parece muy malo. Sin embargo, la revista Vuelta subsiste. Vive de los departamentos de español que funcionan en las universidades norteamericanas. Vive de la literatura latinoamericana. Vive de inventar autores que nadie lee.
(Jorge Ibargüengoitia, José Luis Carabes, “Apuntes sobre la conferencia de Jorge Ibargüengoitia”, El Informador, 28 de mayo de 1978).
Se decía que la revista debía su nombre a que a casi todo aquel que llevaba colaboraciones se le decía:“Date una vuelta más adelante”, por lo que sólo unos cuantos lograban penetrar a cuentagotas en el búnker de la cultura que descansaba en Paz.
(José Agustín, Tragicomedia mexicana 3. La vida en México de 1970 a 1982)
“Es una pequeña barca”, me dijo Alejandro Rossi, en aquella mínima oficina de Mixcoac donde tres meses antes había nacido la revista Vuelta. Hablábamos rodeados de los legajos y papeles que constituían el viejo archivo de Plural. Rossi me dio los instrumentos indispensables para la navegación: índices parciales de números en preparación, libretas de teléfonos y direcciones, una idea clara del proceso editorial. Pero lo decisivo fue su llamado a embarcarme. No me ofrecía un puesto ni una chamba: me ofrecía un destino. Acepté de inmediato.
(Enrique Krauze, “Una larga travesía”, Vuelta 242, enero de 1997)
A mí en 1991, por ejemplo, se me metió a la cabeza que Vuelta ya había terminado su etapa. Como “ya se había acabado la historia” (según Fukuyama), como ya había triunfado la democracia y la libertad, teníamos que cerrar la revista, saber morir. Él se molestó y me dijo que si quería hacer una revista que la hiciera por mi lado. Una de esas cartas la publiqué en el primer número de Letras Libres. Ahí él apunta que si quiero tener una aventura propia, que ya estoy grandecito, que la vaya teniendo. Vuelta era parte de la biografía y la obra editorial de Paz. Nació y murió con él. Letras Libres es un capítulo aparte.
(Enrique Krauze, Silvia Cherem, “Una travesía que viene de Vuelta”, El Ángel de Reforma, 16 de noviembre de 2003)
En su inicio Vuelta era una empresa pequeñísima: una casita de dos pisos con un pequeño sótano que no tendría ni 70 metros cuadrados. Era prácticamente una accesoria. Teníamos una secretaria y Tomás Acosta y yo revisábamos las galeras… Había, sin embargo, una administración eficaz, bien ordenada. Para mí era relativamente fácil ocuparme de eso: era muy joven, tenía mucha energía y la experiencia del trabajo empresarial en las fábricas de mi padre, donde había 500 obreros, de modo que el de Vuelta era un trabajo administrativamente sencillo […] Nunca aceptamos depender del Estado, ni de nadie. En 1977, la Secretaría de Educación Pública nos ofreció comprarnos diez mil suscripciones y, aunque eso hubiera resuelto el tema financiero de la revista, nos negamos. Jamás hicimos un negocio con ellos; siempre hubo la contraprestación de un anuncio y ninguna otra relación más. Durante veinte años yo ocupé más del cincuenta por ciento de mi tiempo en ir a ver personalmente a gerentes o directores de la iniciativa privada para conseguir anuncios, un trabajo aburridísimo e ingrato.
(Enrique Krauze en entrevista con Malva Flores, Viaje de Vuelta)
La diferencia [entre Nexos y Vuelta] no es por las razones que Paz señala, a saber: porque nosotros pensaríamos que hay que crecer y trabajar a la sombra del Príncipe, y ellos creerían, añadimos nosotros, que hay que crecer y trabajar sólo a la sombra del Dueño. Podemos percibir una diferencia menos radical —que acaso no es siquiera una diferencia, sino de énfasis, por los trazos tajantes del debate—. Nosotros no creemos, como parecen creerlo Paz y algunos colaboradores de su revista, que el único interlocutor legítimo, el único objetivo sano de un intelectual, sea hablarle a los lectores, a la sociedad, a todo lo que no tiene que ver con el poder o el gobierno. Nosotros creemos que hay que hablarle a la sociedad y hay que hablarle también al gobierno; a los súbditos y al Príncipe, lo mismo que al Dueño y a sus empleados.
(Nexos, “Nexos y el Coloquio de Invierno. Coloquio de primavera”, Nexos, 173, mayo de 1992).
[La revista Vuelta] marcha, aunque no sin la triple inutilidad del gobierno, para el que resultamos demasiado independientes, la derecha, para la que somos comunistas porque somos demócratas, y la izquierda, para la que somos reaccionarios por la misma razón. Increíble pero cierto.
(Octavio Paz, Carta a Charles Tomlinson, 7 de abril de 1977, citado por Guillermo Sheridan, Habitación con retratos).
Querido Enrique: Bajo la estrella fría de la templanza, se me apareció anoche el fantasma de Filodemo, maestro de Cicerón, Horacio y Virgilio, para quejarse de las fechorías de Vuelta: en lugar de Demos escribieron Dermos y todavía le arde la piel espiritual.
(Octavio Paz, Carta a Enrique Krauze, México, 17 de octubre de 1982. “Cartas inéditas de Octavio Paz”, Letras Libres 96, diciembre de 2006)
El linchamiento se ha repetido durante el coloquio de hibernación intelectual [el Coloquio de Invierno organizado por Nexos], aunque ahora ha abarcado a Enrique Krauze y, en general, a Vuelta. Ha sido menos espectacular, no menos maligno; sobre todo ha sido deliberado y más hábil. El objeto ya no es mi persona sino Vuelta. Somos uno de los obstáculos —no el único ni el principal— de una vasta maniobra para apoderarse de los centros vitales e instituciones de la cultura mexicana. […] Confío también en que no se sean mis palabras —a veces, es cierto, dictadas por la impaciencia y aun por la irritación— una tentativa de denigración de los intelectuales que forman el grupo de Nexos. Nuestras ideas son distintas y también lo son nuestros gustos literarios. No importa: respeto esas ideas y trato de comprender sus preferencias estéticas. Ni yo ni nadie en Vuelta quiere la desaparición de Nexos y su grupo. Al contrario: son parte de la vida intelectual mexicana. Sin ellos el diálogo que es toda cultura perdería a uno de sus interlocutores. Pero debemos impedir que se perpetúe una tradición que ha hecho más mal que bien a la cultura y a la democracia de México. No debe darse a ningún grupo el privilegio de disponer de los medios y los instrumentos públicos de comunicación. Nuestra aún débil república de las letras no puede volver a ser una corte ni una oligarquía de favoritos y de influyentes. No le pedimos ningún favor al gobierno: creemos que los gobiernos no deben hacer favores.
(Octavio Paz, “La conjura de los letrados”, Vuelta 185, abril de 1992)
Los veinte años de Vuelta son en realidad veinticinco, Vuelta comenzó en Plural, de modo que es la continuación de aquella revista. La continuación y su transformación: para persistir hemos tenido que cambiar. Durante estos veinticinco años hemos coexistido –más bien: convivido– con las inmensas luchas y debates de este cuarto de siglo. […] ¿Cuál será el porvenir de Vuelta? No lo sé. Lo único que sé es que un día —pronto— dejaré la revista. Vuelta es una obra, mejor dicho: una pasión colectiva.”
(Octavio Paz, “Dos décadas de Vuelta”, Vuelta 242, enero de 1997)
Gabriel Zaid ha escrito “La tentación del integrismo” (Vuelta, 187) para demostrar lo indemostrable: que los escritores de la revista Vuelta tienen el monopolio de la legitimidad y el prestigio literarios. Como todos los insultos, los de Zaid tienen mucho de desesperación y desconsuelo, pero su artículo busca algo más que “arreglar” una parte de la historia de la literatura mexicana de modo que él quede como gerente de una tradición de la cual puedan disponen sus intereses de política literaria. […] La casa habitada de la cultura mexicana que fue El Renacimiento descansó en la amplitud de su convocatoria literaria, en la generosidad de sus editores, en la increíble diversidad de sus temas y sus propuestas culturales. Hasta hoy, no he oído, y mucho menos leído, que alguien le atribuya a Vuelta estas cualidades, a excepción, por supuesto del propio Gabriel Zaid. Esta es la tradición que Zaid ha querido apropiarse arreglando la historia. Pero no sobra decir que ni Vuelta, ni Nexos, tienen el monopolio de esta herencia cultura y que sus huellas hay que buscarlas en la variedad y la riqueza indiscutible de la literatura mexicana.
(Rafael Pérez Gay, “Cabos sueltos. La tradición y un gerente”, Nexos, 175, julio de 1992)
Zaid quiere repartir diplomas de credibilidad literaria, pero nadie se los acepta. No es, por cierto, el único escritor de esa revista que se empeña en esa tarea más bien penosa. De un tiempo a esta parte, Vuelta entrega certificados de pureza, de salud, de literatura difícil, de moral pública. Se trata, en realidad, de excomuniones y actos de intolerancia. En el fondo de estos alegatos de Vuelta está la pretensión de ser el “verdadero lugar” de los escritores mexicanos. De esto habla Vuelta cuando habla de “República de las Letras”.
(Rafael Pérez Gay, “Carga y descarga. El abonero y una república”, Nexos, 177, septiembre de 1992)
Plural es ahora una tribuna en la que escriben y se expresan libremente los intelectuales más prestigiados del continente americano, precisamente aquellos que por sus posiciones críticas y revolucionarias no tenía cabida en el primer Plural, ni lo tienen hoy en Vuelta. Pero no publicamos a quienes con tanto entusiasmo acoge Paz y que representan a los renegados de las luchas populares latinoamericanas: Juan Liscano, Cabrera Infante, Severo Sarduy, Jorge Edwards, Emil Rodríguez Monegal, Danubio Torres Fierro, etcétera. Dime a quién publicas y te diré quién eres […]. La rabieta visceral de Paz y sus corifeos: una posición de clase; y un origen oscuro: creer que ellos y sólo ellos son quienes pueden hacer cultura en nuestro país.
(Plural. Editorial, “Ladran, Sancho”, Plural 2ª época, 75, diciembre de 1977)
A fines de 1979 recibimos la noticia de que el gobierno argentino prohibió la circulación de Vuelta. Una prueba más, entre mil, de su barbarie. Protestamos por el atropello.
(Redacción. “Vuelta, prohibida en Argentina”, Vuelta, 39, febrero de 1980)
La idea que nos permitió arrancar —no recuerdo quién la tuvo— fue pedirle un cuadro a Rufino Tamayo, no regalado sino a precio bajo, sin la comisión de la galería, para organizar una rifa y hacernos con los primeros fondos de la revista. Al pobre de Octavio le daba una vergüenza enorme ir a pedirle a Tamayo un cuadro, pese a la amistad que los unía y pese a que Paz había sido uno de sus más decididos defensores frente a la omnipresencia de los muralistas. En la organización de la rifa participó mucha gente, pero quiero destacar a unas amigas: en primer lugar a Celia Chávez, la mujer de Jaime García Terrés, que tanto colaboró en la revista y también recordar la generosidad de Ulalume González de León y de Esther Seligson, sin olvidar a mi propia mujer, Olbeth Hansberg, que estaba recién operada y que, desde la cama, vendía boletos por teléfono. La rifa fue un éxito. Por cierto, el cuadro se lo sacó el inolvidable Hugo Margáin, que era un filósofo, discípulo mío, y una persona cercanísima a nosotros, tristemente fallecida. Y bueno, con el dinero que dio el cuadro, cantidades que ahora parecen pequeñas, empezamos a caminar.
(Alejandro Rossi, “Viaje a la semilla”, Letras Libres 96, diciembre de 2006)
El atávico conflicto mexicano con “el padre terrible”, aspira a continuarse, enderezando ahora los ataques contra quienes estuvimos cerca de él: su mafia de “caballerangos”. Es curiosa la relación de deberes adjudicados a esta mafia: 1) “Evitar que los bárbaros, generalmente izquierdistas, cobrizos o de origen dudoso, tuvieran la mínima posibilidad de entrar a su revista Vuelta” 2) Organizar el “coro de alabanzas” y “defender el templo”. 3) “Golpear” a los enemigos y propiciar con cualquier recurso a mano que sólo el “Maestro” ostentase los laureles de la “gloria literaria mexicana”. 4) Servir a Paz en su macabro propósito de erradicar a cualquier escritor que osase hacerle sombra (Paz “ordenó” desaparecer a Elena Garro; orquestó sabotajes contra Rulfo; le “ordenó” a Krauze “atacar” a Carlos Fuentes, etcétera). 5) Filtrarse en toda institución y establecer cabezas de playa desde las cuales ejecutar sus maldades. 6) Atacar a quienes osen hablar mal de Paz; reclutar y educar men in black que destruyan a sus enemigos. Todo esto, claro está, se hace a cambio de “prebendas y canonjías”: puestos “codiciados” en el gobierno, o en Televisa o en esa vastedad que se llama “el poder” .
(Guillermo Sheridan, “Octavio Paz Post-Mortem”, El Ángel, 18 de abril de 1999)
Yo me eduqué en las revistas literarias. La primera vez que vi mi nombre impreso fue en una juvenil empresa iniciada por Adolfo Castañón. Se llamaba Cave Canem y calculo que apareció (y desapareció) por 1971. Rompí lanzas, después, en la Revista de la Universidad, en el suplemento sábado del diario unomásuno y en los primeros números de Nexos. Pero me armé caballero en Vuelta, escribiendo reseñas de libros y pequeñas crónicas. Demasiada buena escuela para tan torpe caballero: la conciencia de que Paz leía y revisaba todo era intimidante y, a la vez, exigente. No se podía pedir más. […] Traigo esto a colación no sólo por celebrar esa discreta efeméride de nuestra revista, sino por la rara sensación que deriva de hallarme, en el libro de [Malva] Flores, ya no como historiador de revistas, sino como personaje historiado por mi participación en Vuelta. Y me sorprende leer que, de acuerdo con Flores, soy “el tercer escritor con mayor número de colaboraciones en Vuelta, después de Paz y Zaid.” Caramba. Mi primer impulso es apenarme; pero pienso luego en que si Paz y Zaid (y Rossi, y Krauze) así lo permitieron, debo prescindir, por un instante, de mi modestia.
(Guillermo Sheridan, “Vuelta a Vuelta”, El Universal, 16 de julio de 2013)
En la jerga estalinista, heredada por varias sectas de izquierda, todo el que luchó contra la esclavitud, la tortura, la censura y la tiranía, es automáticamente fascista. O sea: un fascista es aquel que luchó contra esos horrores en todas partes, en lugar de distinguir entre tortura de derecha y tortura de izquierda o entre esclavitud progresista o esclavitud reaccionaria. En esta lógica, a personas que fueron víctimas tanto del nazismo como del comunismo —éste es, precisamente, el caso de muchos de los participantes en el Encuentro Vuelta— se les ha llamado una y otra vez fascistas. Para todos esos estalinistas, maoístas, castristas, que lamentan con histeria el derrumbe de las tiranías comunistas, fascistas equivale aproximadamente a liberal. Según ese criterio, Koestler, Silone y muchos otros defensores de las libertades cívicas y de los derechos humanos fueron fascistas. De todo esto se desprende que los participantes en el Encuentro Vuelta no estamos en mala compañía.
(Varios, “Carta abierta”, Vuelta 162, octubre de 1990)
Al igual que Gide o Koestler, Paz era un desengañado desde hacía mucho tiempo. De ahí que, desde un principio asumiera que el comunismo —y, en general, todos los totalitarismos, incluido el que podía percibirse en el estado mexicano— era su propio enemigo personal, y Vuelta su arma de combate: su batalla, como la de muchos otros pensadores occidentales, en una de las más valerosas del siglo. No obstante, una vez concluida la pugna, hubo un precio a pagar: desde entonces, Vuelta no es la misma. Se ha transformado en una especie de Quijote que, a pesar de la caída de los molinos del totalitarismo, sigue combatiendo tenazmente sus fantasmas.
(Jorge Volpi, La guerra de los veinte años. Octavio Paz en Vuelta”, Viceversa, 43, diciembre de 1996)
Llegué a tener un numeroso público secreto y hasta vergonzante: gente que siempre me leía pero nunca me citaba. Un editor alemán, de la izquierda verde, que estuvo de visita en los medios culturales de México, hizo el chiste de que Vuelta era como la pornografía: una lectura que nadie admite, pero nadie se pierde.
(Gabriel Zaid, “Nota bibliográfica”, Crítica del mundo cultural. Obras 3)
Una de las funciones esenciales de la revista Nexos ha sido balconear a expertos culturales recutables por el ejecutivo. Para el mundo académico, no puede haber revistas literarias como El Renacimiento (fundada por Altamirano) y sus continuadoras hasta Vuelta […] Para los profesores, investigadores, funcionarios, publicar en Nexos o en Vuelta es como salir en televisión. Sirve para anunciarse, no para ganar puntos académicos en una revista especializada; no para darse el gusto de leer y escribir, en una revista literaria. No hay manera de explicarles que los méritos curriculares no son méritos literarios, y que el derecho a dirigirse a un público literario se debe ganar por la calidad del verso o de la prosa, no por las credenciales extraliterarias (la cantidad de notas al pie, la jerarquía administrativa del autor, la calidad de la institución a la cual pertenece). Vuelta puede fallar en este sentido, pero Nexos ni siquiera ve la diferencia. Es una revista de “académicos, periodistas, escritores, científicos y servidores públicos” (Nexos 173): hasta de escritores, como puede verse.
(Gabriel Zaid, “La tentación del integrismo”, Vuelta, 187, junio de 1992)
Nunca he dicho que Vuelta es la república de las letras y que Nexos no lo es, porque esa nebulosa no está en manos de nadie. Lo que he dicho es que Nexos no le hace un gran servicio a la república literaria trabajando por el integrismo. Cuando en todas las esferas de la sociedad mexicana hace falta menos integración al poder presidencial, Nexos actúa como una especie de CTM cultural, mediadora del apoyo cultural a la presidencia y del apoyo presidencial a la cultura, con todos los beneficios del poder intermediario. Les dieron el programa Nexos TV. Les dieron el Canal 22. Les dieron el Coloquio de Invierno. Les dieron los libros de texto. Les dieron la subsecretaría de educación pública básica. En la prensa, se habló de que les iban a dar el periódico El Nacional y hasta la gubernatura de Quintana Roo. Se comprende que desprecien a los aboneros: no es lo mismo la venta de puerta en puerta que la venta en Palacio.