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Taller es un problema. Taller tiene obligación de definir su rumbo; tiene que fijar su orientación literaria, su posición política. No basta la calidad literaria. Eso estuvo bien ayer. Hoy se exige otra cosa: un sentimiento de responsabilidad social, revolucionaria, en literatura. Taller tiene que completar la obra ideológica de la revolución.
(Ermilo Abreu Gómez, “Taller”, Ruta 7, diciembre 15 de 1938)
Recibí de Don Alfonso Reyes la cantidad de $150.00 (ciento cincuenta pesos), para necesidades de la Revista Taller, que devolveré a la primera oportunidad.
(Octavio Paz, Carta a Alfonso Reyes, Correspondencia Alfonso Reyes / Octavio Paz 1939 – 1959)
En 1940, en el número X de la revista Taller, apareció la primera recopilación de traducciones al castellano de T. S. Eliot. Ese número de Taller fue notable pues contenía asimismo poemas de Hölderlin, Juan Ramón Jiménez, Carlos Pellicer, Luis Cernuda, Jorge Cuesta, Stephen Spender (traducido por Cuesta), Gil Albert y algún otro. El autor de la selección de las traducciones de Eliot y de la inteligente nota de introducción fue Bernardo Ortiz de Montellano, un poeta que todavía aguarda ser leído con el interés con que ahora, al fin, se lee a Gilberto Owen. Taller publicó después esas traducciones que, fue también el primer libro de Eliot que apareció en español. Fue una edición limitada de 500 ejemplares, si no recuerdo mal. Entre las versiones que recogió Ortiz de Montellano hay algunas que son admirables. Pienso en la de El canto de amor de J. A. J. Pufrock de Rodolfo Usigli. […] Hay otras traducciones en el volumen de Taller: una de Barrera, correcta y dos de Juan Ramón Jiménez. Estas últimas, aunque en prosa, son excelentes y también merecen retenerse.