
Foto: Biblioteca Nacional Mariano Moreno
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[Martes, 22 de noviembre de 1960] De Victoria Ocampo [Borges] dice: “Cualquier cosa que le pasa a ella, le parece muy importante. Unos muchachos de una oscura revista hacen una encuesta; uno contesta o no contesta y no piensa más en el asunto; ella está como loca durante una semana, llama por teléfono para consultar, en las reuniones se arregla para que la conversación vaya para ese lado; hasta les habla del asunto a los extranjeros que están de paso aquí y no pueden interesarse”.
(Adolfo Bioy Casares, Borges)
[Jueves 24 de octubre de 1957] BORGES: “Sur se parece menos a la chambre jaune que a la plaza del Congreso: como en la plaza, cualquiera puede entrar. Sin embargo, Wally imagina que es un círculo cerrado y que muy pocos logran colaborar en la revista. Es difícil rebatirle sus argumentos, porque ella no puede colaborar. Uno tiene la impresión de que todo el mundo puede colaborar y descubre en cambio que son bastantes (aunque casuales) los excluidos”. […] Hacemos una lista de escritores excluidos de Sur. Capdevila, Pedro Miguel Obligado, Larreta, Ricardo Rojas, Lugones, Giusti, Delfino, Barletta, Vedia y Mitre, Manuel Gálvez, Ibarguren, Eandi, Juan Carlos Dávalos, Mujica Lainez, Hugo Wast, la Academia Argentina de Letras, Oliverio Girondo y Norah Lange (por enemistad), Rega Molina, Alfonsina Storni. BORGES: “Alfonsina es de esas personas que, después de muertas, se finge que siempre se las aceptó. No hay duda de que, con la muerte, mejoró socialmente en el mundo de las letras… En general, la gente ignora que esas personas no pueden colaborar en Sur. Creen que Vedia y Mitre tiene abiertas todas las redacciones”. BIOY: “En realidad, es como si colaborara”. BORGES: “Para él, no. Él sabe que no puede”. BIOY: “A nosotros nos ven como del grupo de Sur. ¿Cuál es el grupo de Sur? Hay dos: Sur, propiamente, que se compone de Pezzoni, Bianco, Girri, Victoria y Murena, y el grupo que se conserva para las grandes ocasiones: los González Garaño, Erro, González Lanuza, Canal Feijóo, los Mantovani (él y ella), Juan José Castro, Francisco Romero, etcétera.
(Adolfo Bioy Casares, Borges)
La revista era llevada de manera extraña. Al comienzo era bastante exclusiva, con pequeña circulación; era trimestral, y después de tres meses la edición anterior estaba prácticamente olvidada. Además, Victoria tenía extrañas ideas sobre lo que era una revista literaria: quería publicar solamente textos de famosos escritores y no quería notas sobre obras teatrales, filmes, conciertos, libros. . . todo lo que es la vida de una revista, ¿no? Es decir, lo que el lector quiere: si encuentra un artículo de cuarenta páginas firmado por Homero y otro de cincuenta páginas firmado por Victor Hugo, eso le aburre y piensa que no se trata de una revista. . . Además, creo que la única forma de hacer una revista es tener un grupo de personas que tengan las mismas convicciones, los mismos odios; una colección de textos por autores famosos no produce una revista. . . a pesar de ello, Sur ha sido y todavía es un elemento decisivo para la cultura argentina y ése es, esencialmente, el mérito de Victoria Ocampo.
(Jorge Luis Borges citado por Emir Rodríguez Monegal, Borges. Una biografía literaria)
Victoria era una mujer de gusto depurado, de gran refinamiento, y su revista lo probaba ampliamente. Tenía un formato de alrededor de unos treinta por veinte centímetros y en la portada había una flecha apuntando hacia abajo donde el nombre estaba impreso nítidamente en grandes letras. Cada mes cambiaba el color de la portada. El papel era de excelente calidad. Los colaboradores extranjeros eran los escritores más notables del día: André Gide, Virgina Woolf, Nicolás Berdiáev, Henri Michaux, Waldo Frank, el conde de Keyserling, Aldous Huxley, Ortega y Gasset, etc. Aunque Sur atendía tan sólo a la calidad literaria, fue hostil al fascismo en las décadas de los treinta y cuarenta y pasaba por «rosada» entre los nacionalistas, que dejaron de colaborar en ella cuando se inició la guerra civil española. Sin embargo,diez años después, en tiempos de la guerra fría, Sur fue discreta pero efectivamente maccartista y se fue librando de sus colaboradores locales con tendencias de izquierda. Aunque oficialmente Sur no tenía una postura política decidida, fuera de su antitotalitarismo, Victoria obligó a renunciar a su secretario de redacción, José Bianco, en el cargo desde hacía veinticinco años, cuando éste se tomó la libertad de aceptar una invitación para visitar la Cuba de Fidel Castro.
(Estela Canto, Borges a contraluz)
¿Qué hay de la gran revista de la Sra. Ocampo? No sé qué piensa usted pero me parece cosa muy antipática. Le consulta a Ortega y Gasset hasta para arreglarse los refajos. Y, mientras tanto, esnobismo literario, Frank, más Frank y el inocente De Torre, que es tan, pero tan idiota. Les falta sólo Huidobro en la pandilla. Vergüenza. Ortega y Gasset es el enemigo, el vampiro escolástico. Todo lo que es raciocinio y esterilidad en España viene de su “florida prosa”. Y esa postura de “bacán” de la literatura y las artes, de Apolo y Atenea, señor protector, con oficina en el Olimpo. Ese horrible espíritu crítico, y esa astucia para oler los movimientos que han comenzado en Trans-Europa, y luego con voz “artística” predecirlos en España. Conversación telefónica: –Qué le parece, Don Joseph, le pondremos Sur? –Bien, señora, póngale. –Y le pusieron Sur, los desvergonzados.
(Pablo Neruda Carta a Eandi, Java, 5 de septiembre de 1931, Obras completas V: Nerudiana dispersa II 1922-1973)
Seguramente recuerdas mi advertencia de que si te convertías en directora de una revista serías atacada, “manejada” —todas las envidias y vanidades y traiciones del “Ego literario” te asaltarían—. Lo sabías en tu mente, y sin embargo, ahora que sucedió, duele. Es natural, y tu enojo e irritación también. Así debe ser. Pero espero que ese enojo e irritación generarán en ti la voluntad de proseguir antes que el deseo de volverte atrás. De lo antedicho te darás cuenta que he recibido tus cartas ré Sánchez. Era inevitable que nadie estaría completamente satisfecho con tu revista —es sin duda una prueba del profundo interés que la gente tiene en ella; y que sería atacada francamente y a menudo en forma absurda. Debes reaccionar lo más rápidamente posible para sacar provecho de los ataques, para aprender de ellos; teniendo cuidado de no apartarte de tu propio camino. Y estoy seguro de que lo harás; porque eres fuerte, Victoria, y capaz de ser el líder —el líder que en algún momento casi todos parecen abandonar o traicionar—. Llegará el día en que te des cuenta que has aprendido más de la oposición que del apoyo: no espiritualmente sino técnicamente. Sabes, una revista no es solamente un instrumento de expresión, debe ser ambién un órgano de comunicación. Esto no lo aprendiste aún bien. Tu experiencia de aprenderlo será penosa mientras tu revista marcha […]. No temas. Tu revista debe ser Tuya; y ha comenzado BIEN. Las críticas son fáciles y a menudo justas, pero la esencia de tu empresa es sana; y comparar SUR con Bifur, NRF, R. de O. es pura y simplemente un disparate. SUR es ya Victoria Ocampo —y Buenos Aires y América— y buena literatura. Es lo suficientemente bueno para crecer, y lo hará si tú estás dispuesta a crecer —si estás dispuesta a aceptar los dolores del crecimiento—.
(Waldo Frank, Carta a Victoria Ocampo, Riverside Drive, N. Y., 25 de julio de 1931, Victoria Ocampo, Darse: Autobiografía y testimonios)
Proyectamos una revista bilingüe (español e inglés) que trate los problemas americanos y que al mismo tiempo dé cabida a la mejor literatura que nuestras dos Américas puedan brindar… Hay quienes piensan que es una tontería. Otros, que puede ser una experiencia provechosa.
(Victoria Ocampo, Carta a Gurudev, Cap-Martin, abril de 1930, Darse: Autobiografía y testimonios)
Waldo [Frank] no se contentó con ponerme en contacto con su América. Quería conocer, acercarse a la mía. Y para lograrlo, pensaba que había que fundar una revista para los jóvenes, una revista que sería también un trait d’union entre su norte y mi sur. Una revista que estudiara nuestros problemas se hacía esencial e indispensable. Creía que Glusberg podría ayudarme en esta empresa. Me habló también de un muchacho que traducía sus conferencias y con el que se entendía a las mil maravillas. Cada vez que me decía su nombre, yo lo olvidaba: [Eduardo] Mallea. Waldo insistió en presentármelo. “No tiene más que veinticinco años, pero promete”, me repetía. “Yo también prometo”, le respondía riendo. El hecho es que no tuve ocasión de encontrar al joven Mallea ese año.
(Victoria Ocampo, Darse: autobiografía y testimonios)
A fines de noviembre, supe, por fuera, que Pepe tenía el proyecto de aceptar una invitación de la Casa de las Américas (Cuba) para formar parte de un jurado literario. Con ese motivo, tendría que ir a La Habana. Como Pepe no me hablaba del asunto y que detesto forzar a nadie a que me diga lo que prefiere no decirme, tampoco hablé yo. A fines de diciembre, partía yo para Mar del Plata (donde Pepe va generalmente a pasar un mes de vacaciones a mi casa). Entonces no quedaba más remedio que hablar. Le pregunté si se iba. Me contestó que todavía no estaba seguro, a pesar de que se moría de ganas de ir. Que cuando lo supiera me lo comunicaría, y que sólo estaría ausente 15 días. En febrero, supe (por él mismo) que se iba el 8. Angélica, mi hermana, volvía a B.A. por unos días, y aproveché para decirle que le pidiera a Pepe que hiciera una aclaración, explicando que iba a La Habana, a formar parte de un jurado, como José Bianco, no como redactor de SUR. Yo no quería que SUR apareciera como aceptando una invitación simpatizando con un régimen que me disgustaba. Al comienzo, todos estábamos entusiasmados con Fidel. Pero las cosas habían variado, por a, b, o c. Habían variado. Pepe se enojó por este pedido. Dijo (y me telegrafió) que no consideraba necesaria la declaración. Y que si yo la hacía no volvería a poner los pies en SUR. No me pareció nada sensata esta actitud, y como yo consideraba indispensable la declaración, la hice, tratando de no ofender a nadie. A su regreso […] Pepe leyó la declaración y se dio por ofendido. Me mandó un telegrama que ese sí era agraviante, pues me acusaba de complotar con Murena para obligarlo a renunciar a SUR. Nada más ajeno a mis intenciones y a mi carácter. Yo no comploto contra un amigo, y no comploto en general, porque no me da por ahí. Pepe ha estado en SUR más de 22 años, creo, y Angélica y yo lo hemos tratado como a un hermano, más que como a un amigo. Siempre he considerado que su trabajo en la revista era valiosísimo, porque tiene raras cualidades para ese trabajo, y un buen gusto literario que nadie puede poner en tela de discusión. Su partida de SUR es algo muy grave y doloroso para mí, por razones de varias índoles. Bajo el aspecto de nuestra amistad… no entiendo ya nada. Bajo el aspecto del trabajo, para qué decir. Pero no hay nada que hacer.
(Victoria Ocampo, Carta a Octavio Paz, 28 de abril de 1961, citada por Guillermo Sheridan, Habitación con retratos)
Quizás éste sea el momento en que Sur —sin pretensiones políticas mesiánicas, estilo Cuadernos Americanos— se interese más por la literatura hispanoamericana. Ésta sería una manera de contrarrestar la influencia hispana franquista o no, que divulga sólo a los españoles —incluso republicanos, y olvida a los de América. Y de oponerse a la deplorable costumbre —ya general— de conocer mejor los libros extranjeros (casi siempre en traducciones infames) que los nuestros.
(Octavio Paz, Carta a José Bianco, París, 1949, citado por Guillermo Sheridan, Habitación con retratos)
Lo que me cuentas me entristece y desconcierta. ¿Cómo es posible? Sí, ya sé, todo es posible. Además, conozco a Victoria. También ella, como España, tiene su “leyenda negra” (más negra, por lo visto, que leyenda). Para mí tú eres, siempre fuiste, Sur (tú me invitaste a colaborar, cuando yo empezaba a escribir. Ver mi nombre en Sur, la primera vez, me quitó el sueño una semana.) No hay Sur sin ti. O será otro. Tanto peor para Sur. Y tanto mejor para ti. Porque tú también puedes ser otro. No, no creas que digo esto para “consolarte”. Cuando era más joven decía vanidosamente, más vale nunca que tarde. Hoy diría, como menos brío y más razón: nunca es tarde. Tú puedes vivir sin Sur mucho más fácilmente que Sur sin ti.
(Octavio Paz, Carta a José Bianco, París, 26 de mayo de 1961, citado por Guillermo Sheridan, Habitación con retratos)
No le digo nada, no puedo ni debo decirle nada, sobre la renuncia de Pepe. Es una pérdida inmensa. Soy amigo de ambos. Sólo me atrevo a decirle que nada me gustaría más que verlos reconciliados. Quizá es demasiado tarde (o demasiado pronto). Pero usted es grande y fuerte y colérica y generosa. Sea reina una vez más y abra los brazos magnánimos. El maniqueísmo es el pecado de nuestra época. Pecado de esencia política. Acuérdese de Drieu [La Rochelle] ¿quién tiene razón? Hay que defendernos de los maniqueos de la política: contra su no (de uno y otro lado) no hay sino nuestro Sí.