Literradura (Barcelona, 1976)

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Al tiempo romántico de la idea de lo Absoluto sucede ahora el absoluto de la Idea. El lenguaje remite, ahora, a su propia marca mental fascinante. Maurice Blanchot lo ha expresado nítidamente: «Escribir es disponer del lenguaje bajo la fascinación, y por él, en él, permanecer en contacto con el medio absoluto […]». 

Literradura, editorial, núm. II-III (febrero-marzo 1976) 

Muchos lectores se preguntan cuál es el sentido de esta publicación […]. Sin ser una revista universitaria, pero apoyada por la Comisión de Publicaciones de la Universidad de Barcelona, Literradura es la expresión libre de una conjunción crítico-creativa: una literatura crítica, atenta a los planteamientos del lenguaje y a los sectores más comprometidos del arte contemporáneo.   

Andrés Sánchez Robayna, «Qué es “Literradura”?», El Día, mayo 1976

Esta publicación constituye un fenómeno absolutamente insólito en el raquítico mundo de las revistas literarias peninsulares. De tiraje reducido, con formato de libro, y de bellísima hechura material, Literradura está concebida con extremo rigor selectivo y con una vigilante atención a los temas centrales de la exploración estética contemporánea que la convierten en una de las más interesantes publicaciones de vanguardia que aparecen actualmente en el ámbito ibérico. 

Pere Gimferrer, revista Destino, noviembre 1976 

Literradura ha arraigado en la Barcelona intelectual más viva. Constituye una empresa vivificante, una de las escasas nuevas empresas culturales de altura que se vienen produciendo últimamente. Su tradición debe buscarse en las experiencias peninsulares de anteguerra. El anclaje de Literradura en este presente y en su corta pero ya feliz andadura supone una toma de posición de agradecer. 

Joaquín Marco, Diario de Barcelona, diciembre 1976 

En el campo de nuestras revistas marginales, Literratura ocupa un lugar muy singular: esmeradísima edición, traducción muy cuidada de poetas oscuros, malditos y olvidados, ensayos de figuras particularmente marginales, ensayos sobre poesía y música de vanguardia. Ejemplar por su amor al silencio, quizá pudiera enseñarnos la virtud del diálogo privado. La contaminación verbal nos amenaza, de ahí la urgencia de proyectos como Literradura

Juan Pedro Quiñonero, diario Informaciones, enero 1977

[Hay] otra categoría de revistas. Algo en el orden de aquellas que prodigábamos (y esperemos que no sean tan efímeras) en los felices años de las escuelas llamadas de vanguardia. […] La pulcra y requintada revista Literradura son unos cuidadísimos cuadernos de unas docenas de páginas, en cortísima edición numerada. Allá veréis una selección del poco frecuentado «Para una tumba de Anatole», de Mallarmé, un ensayo de Max Bense sobre los dibujos de Michaux, dos poemas del norteamericano Louis Zukofsky, páginas sobre el italiano Walter Marchetti y el poeta Francis Ponge. Y los números especiales: el ofrecido a Juan Hidalgo y su revolucionario Zaj; el número doble dedicado a Joan Brossa; el que discurre en torno al mejicano Octavio Paz… 

Juan Ramón Masoliver, diario La Vanguardia, febrero 1977  

«La vanguardia que no cesa», podría ser el subtítulo de esta fina revista de artes y letras. […] Una revista pulcramente impresa, de formato breve y no muchas páginas. Su tirada es pequeña: sólo 300 ejemplares numerados. ¿Quiere ello decir que aspira solamente a una audiencia minoritaria? No necesariamente. […] Es posible que Literradura no viva mucho. Una vida efímera parece ser el destino de las pequeñas revistas de vanguardia. En todo caso, el esfuerzo es no sólo heroico, sino lúcido y consciente, tanto de sus limitaciones como de la huidiza diana a la que quiere dirigir su flecha poética. Pero tampoco olvida la ya vieja definición de Mallarmé: el poema es un misterio cuya clave debe descubrirla el lector. 

Revista Ínsula, marzo 1977

Literradura se barreña al cumplir el año. Y de ahora en adelante entra por la calle ancha de la leyenda, de la especulación comercial incluso. Es la pensión común a estas revistas minoritarias, […] si por ventura no aguardan a que otros esforzados la dispensen en edición facsimilar, según han hecho con Un enemic del poble, Dau al Set o hélix.

Juan Ramón Masoliver, diario La Vanguardia, marzo 1977

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