Libre (París, 1971-1972)

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“Conocí a Gabo García Márquez cuando fundamos la revista Libre en París en el año setenta y uno. Yo conocía a Juan Goytisolo, escritor español que era muy de avanzada, y ese año vino adonde mí porque tenía esta idea de juntar a todos los escritores del boom latinoamericano, ya fueran de izquierda o de derecha, en una revista literaria. Muchos vivían en París, otros no, pero la visitaban con frecuencia porque París era el centro intelectual y literario del momento. Goytisolo quería que el propósito no fuera tanto las políticas nacionales, sino acabar con el imperialismo norteamericano en América Latina a todo nivel, económico, intelectual, cultural. Me buscó porque como ya yo estaba involucrada con muchos movimientos que eran muy 68 y les daba algo de dinero, me pidió que le financiara la revista que además no costaba tanto. La idea me pareció fantástica, no solamente para promover la cultura y la literatura latinoamericana, sino para juntar a los escritores más conocidos —como Gabo— con los menos conocidos, como un paraguayo que ya no me acuerdo su nombre. Juan escogió a Plinio Mendoza, a quien yo no conocía, como director. Plinio trabajaba en la embajada colombiana en París “derecha. Si mal no me acuerdo era Cabrera Infante. Sí, Cabrera Infante. Pero había dos que Plinio dijo debíamos incluir de todas maneras. Gabo y Octavio Paz. Si conseguíamos a esos dos, fabuloso, porque conseguiríamos al resto. Esos eran los dos. Y así fue. Después llegaron Vargas Llosa y Cortázar, que vivía en París. No había muchas mujeres. Me acuerdo de Claribel Alegría. Todo empezó divinamente. Plinio informalmente pedía ensayos a los escritores y fue en esos días que conocí a Gabo. Para mí, Gabo era el gran autor de Cien años de soledad que du Seuil había publicado, creo que Severo Sarduy lo había llevado a la editorial para que tradujera Cien años, o sea que yo estaba claramente muy emocionada de conocerlo. Plinio llevaba a los escritores a que yo los conociera. Además, al principio las oficinas de la revista quedaban en la sala de mi apartamento en la rue du Bac. Luego las pasamos a rue du Bièvre. Como en esos días no teníamos tanto acceso a las imágenes de la gente, pues no tenía idea de cómo era físicamente García Márquez, y me acuerdo que cuando lo vi pensé que era una mezcla de un erizo y un osito de peluche. Vargas Llosa y Cortázar siempre iban impecables. Él no.”

(Albina de Boisrouvray, en Silvana Paternoso, Soledad & Compañía).

“Al igual que tú, creo que Juan y Severo son los únicos que (aparte el caso de Paz, que te comentaré luego) quieren verdaderamente trabajar en la revista. Precisamente mañana y pasado tengo sendas entrevistas con ellos, y descuento que si me llaman es por la revista; algunas declaraciones mías en Panorama de Buenos Aires deben tenerlos muy inquietos. La verdad es que no entiendo por qué Albina me envía uno de esos absurdos contratos, que no pienso firmar, cuando hace más de un año le dije a Juan que nunca formaría parte de un comité de redacción, y que solo aceptaría colaborar en caso de que la financiación de la revista quedara claramente enunciada en el primer número. En Buenos Aires me encontré con que ya atacaban a la revista antes de que naciera (tema global: «Un grupo de escritores famosos crean una revista para dar lecciones a los pobres aborígenes»… Tu vois le genre!); es evidente que esta empresa nace ya un poco renga y sin la mística a que tú aludes y que también creo imprescindible. Por su parte, Octavio me escribió diciéndome que ya se le había pasado la bronca y que pronto hablaríamos en París. Te propongo esto: luego de mis charlas con Juan, Severo, los de Barcelona y Octavio, volveré a escribirte para hacer un balance de la cosa. Pero no firmaré ningún contrato y solo colaboraré en esa revista cuando esté seguro de que vale la pena para una América Latina con problemas que van mucho más allá (o están en otro plano, que es lo mismo) que los textos presumibles en una revista hecha en París.”

(Julio Cortázar. Carta a Carlos Fuentes, 19 de diciembre de 1970, Las cartas del Boom).

Libre va a salir. Rubén Bareiro y yo le cambiamos bastante un texto de presentación destinado a los eventuales colaboradores y que había redactado Juan [Goytisolo]. Este se mostró de acuerdo y pienso que te enviará una copia. Como todas las cosas hechas por más de uno, es gris y anodino, pero en todo caso Rubén y yo tratamos de quitarle la perspectiva demasiado «española» que lógicamente tenía.”

(Julio Cortázar. Carta a García Márquez, 14 de marzo de 1971, Las cartas del Boom).

“Supe ayer por Plinio Mendoza que vas a dirigir el cuarto número de Libre, cosa que me parece muy bien y me alegra por lo que tu presencia en ese número pueda darle a los lectores de la revista. Pero al mismo tiempo he visto que mi nombre en la lista de colaboradores (lista absurda, que no es ni un comité de redacción ni una prueba de que se está colaborando de veras) me plantea una situación crítica con respecto a Cuba, por lo cual he pedido a Plinio que me elimine de la lista. La cosa es tristemente simple después del episodio de Padilla y la segunda carta a Fidel. Tu actitud y la mía tomaron sus rumbos propios, y aunque oficialmente existe entre los cubanos y yo una ruptura y un gran silencio, tengo pruebas que para mí cuentan mucho de la reacción de los mejores de allá frente a mi decisión de no firmar la segunda carta y explicarme en un texto que has de conocer. Una carta de Haydée y la publicación de ese mismo texto en la revista de la Casa me bastan para entender todo lo que desde allá pueden y sobre todo no pueden decirme claramente; y mi decisión de seguir junto a ellos no solamente no ha cambiado sino que es más fuerte que nunca. En esas circunstancias, seguir asociado a Libre dentro del clima de maniqueísmo, malentendidos y otras fatalidades del subdesarrollo sería políticamente un error, y es sobre todo lo que te pido que comprendas. En modo alguno me desvinculo de ti como escritor y como amigo en esta circunstancia; pero creo que te darás clara cuenta de que tampoco puedo acompañarte cuando nuestros criterios frente a lo de Padilla han provocado han provocado las consecuencias que conocemos de sobra.”

(Julio Cortázar, Carta a Mario Vargas Llosa, París, 29 de abril de 1972. Las cartas del Boom.)

Me he detenido quizá más de lo necesario en Fuentes, porque es una de las más destacadas figuras entre los nuevos escritores latinoamericanos que se han propuesto elaborar, en el orden cultural, una plataforma contrarrevolucionaria que en apariencia vaya más allá de las burdas simplificaciones propias del programa Cita con Cuba, de La Voz de los Estados Unidos de América. Esos escritores contaron ya con un órgano adecuado: la revista Mundo Nuevo,70 financiada por la CIA, cuyo basamento ideológico está resumido en el mentado librito de Fuentes de una manera que difícilmente hubieran podido realizar la pesantez profesoral de Emir Rodríguez Monegal o el mariposeo neobarthesiano de Severo Sarduy –los otros dos críticos de la revista. Aquella publicación, que reunió a esos hombres y además a otros muy similares a ellos, como Guillermo Cabrera Infante y Juan Goytisolo, va a ser relevada en estos días por otra que parece que contará esencialmente con el mismo equipo, más algunos añadidos: la revista Libre. La fusión de ambos títulos es suficientemente explícita: Mundo Libre.

(Roberto Fernández Retamar, “Calibán”, Casa de las Américas 68, septiembre-octubre de 1971).

“Desde Saignon noté un escaso entusiasmo (en todo caso una falta de verdadero entusiasmo) de parte de los reunidos ahí. Añade a esto el enojo justificado de Octavio porque no se le ha tenido al tanto ni se le ha consultado ni sobre la persona del secretario de redacción, ni sobre el nombre de la revista, ni, por lo visto, sobre nada. Octavio siente que la iniciativa original de la revista era suya y que ahora se le presentan hechos consumados de los que se entera a través de “entrefillets” de Le Monde. Quizá todos seamos culpables de esta falta elemental de atención. Yo pido out invocando tanto mis complicados movimientos físicos como esa impresión que tuve en Saignon y que, ahora lo confieso, me hizo perder algo de interés en el proyecto.”

(Carlos Fuentes. Carta a Juan Goytisolo, 8 de diciembre de 1970. Citada en Malva Flores, Estrella de dos puntas).

“Respecto a la revista «El Blanco», he recibido cartas de Octavio y de Juan, así como un contrato un tanto leonino de Albina. Mi impresión en Saignon fue que no había un entusiasmo verdadero —esa necesidad casi mística que una revista requiere para vivir; en cambio, sí creo que Juan y Severo están dispuestos a trabajar y hacer una excelente revista. Le he propuesto a Juan que sean él y Severo, abierta y oficialmente, los directores de la revista; los demás podemos aparecer en el comité de colaboración (o desaparecer de él cuando así lo decidamos) y enviar trabajos (o no enviarlos, pero de ninguna manera sujetos a la obligación de exclusividad que pretende Albina en su contrato). Creo que de esta manera todo sería claro y preciso, sin posteriores confusiones y remiendos.”

(Carlos Fuentes. Carta a Julio Cortázar, 12 de diciembre de 1970, Las cartas del Boom)

“Inevitablemente, durante nuestra conversación informal en la escalera del jardín de Cortázar, el tema de la participación de Cabrera Infante en nuestro proyecto provocó un primer y ya revelador enfrentamiento: mientras Vargas Llosa y yo nos mostrábamos favorables a ella siempre que fuese estrictamente literaria, nuestro anfitrión afirmó de modo rotundo que si Guillermo entraba por una puerta él se salía por la otra. No recuerdo las intervenciones de los demás asistentes, aunque sí las palabras de Donoso en el autocar que nos conducía a Aviñón, sorprendido e irritado como yo por el veto de Cortázar. Con todo, unas razones políticas que entonces me parecieron de peso me indujeron equivocadamente a ceder: según pienso ahora, el proyecto de nuestra publicación debería haber muerto allí. […] Libre nació fruto del cabildeo y compromiso: la eventual participación de los escritores cubanos en la misma exigía el sacrificio de Guillermo y, tanto Cortázar como Vargas Llosa, cuyos vínculos permanentes con la Casa de las Américas los convertían en nuestros intermediarios ideales, se comprometieron a defender el proyecto ante sus colegas en la siguiente reunión anual del comité de redacción. Agrupados en torno a Carlos Fuentes, en el soberbio recinto pontifical que servía de marco a su obra, los futuros promotores de Libre brindamos inocentemente por el éxito de nuestro intento.”

(Juan Goytisolo, En los reinos de Taifa).

“La remota paternidad de la revista correspondió a Octavio Paz, que tenía para ella el nombre de El Blanco. Pero el verdadero motor del proyecto fue Juan Goytisolo. Allanando obstáculos de todo orden, con obsesiva tenacidad, Juan logró que los más destacados escritores del boom latinoamericano —García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes— le dieran su apoyo a la futura publicación en el verano de 1970, cuando se hallaban en Avignon. Una segunda reunión, esta vez en Barcelona, durante el mes de diciembre de aquel mismo año, le dio a Libre su forma definitiva”.

(Plinio Apuleyo Mendoza, “Introducción”, Libre. Revista de crítica literaria. 1971-1972).

“Menos entusiasmo me causó una noticia que leí en Le Monde un poco después de los banquetes de Avignon y Saignon. No sé si te habrán llegado ya noticias indirectas de mi reacción. Para evitar las previsibles desfiguraciones (lo que llaman: corrupción del mensaje) te diré que me enfureció leer que se había celebrado una reunión en casa de Cortázar con objeto de «fundar» una revista, y que los concurrentes habían acordado invitar también, para que formasen parte del Comité de Redacción, a los escritores Severo Sarduy, Jorge Semprún y Octavio Paz.

En vano esperé que tú o Julio me aclarasen este extraordinario entrefilet… Si he de creer a Le Monde, se me invita a participar en una revista que no es otra que la que a mí se me ocurrió hacer, hace algunos años, contigo y con Tomás Segovia. Es como si se me invitase a comer un plato que yo mismo preparé. Además, entre los «fundadores» se encuentran personas que ni siquiera conozco, como Donoso y otras que nunca pensé que deberían formar parte del Comité de Redacción, incluso si los admiro como escritores. La verdad es que a la mayoría de los «fundadores» ni se les ocurrió ni les interesó nunca la idea de la revista. Entre ellos a Julio, como él mismo me lo dice, con gran lealtad, en carta reciente.

También me parece increíble que hayan decidido nombrar secretario por recomendación nada menos que de García Márquez, otro de los que jamás se preocuparon por la revista —a un señor que se llama Plinio Mendoza y que nadie conoce. ¿Cómo es posible confiar la secretaría de la revista —es decir: el centro nervioso de cualquier publicación— a un desconocido? Prefiero no pensar en la reacción de Segovia si, como temo, ha leído la noticia de Le Monde. Por último, aunque creo que los escritores pueden vivir en donde quieran o puedan (todo es exilio), me parece lamentable que se diga que la revista se publicará en París para «escapar a las presiones políticas de América Latina». Una revista se publica para afrontar las presiones…”

(Octavio Paz, Carta a Carlos Fuentes, 19 de noviembre de 1970. Citado en Malva Flores, Estrella de dos puntas)

“La historia de la revista es larga, complicada y aburrida. Es una vieja idea mía. Creo que hablé contigo de este asunto en París, si no recuerdo mal, en enero de 1967, cuando estabas a punto de dejar Mundo Nuevo. La idea se extendió poco a poco y, cuando cambió de forma (si es que alguna tuvo), sí cambió de protagonistas, desaparecieron unos y aparecieron otros. El verano pasado me enteré de que un grupo de novelistas se había reunido en el sur de Francia con el objeto de fundar una revista literaria latinoamericana. Pero a mí ese proyecto —que es y no es— el que yo concebí hacía años, no me interesa y así se los he dicho a los amigos que me han invitado a colaborar. Lo que sí me sorprende es que Goytisolo te haya dicho que yo sería el Director: primera noticia”

(Octavio Paz, Carta a Emir Rodríguez Monegal, diciembre de 1970, citado en Malva Flores, Estrella de dos puntas).

“Te agradezco que hayas tenido la delicadeza de comunicarme personalmente las razones que te llevan a retirarte de Libre, y sobre todo que lo hicieras en una carta tan franca y afectuosa. Con la misma sinceridad e idéntico cariño déjame decirte que tu decisión me entristece, porque contigo los lectores de la revista pierden a un colaborador de la más alta categoría, y también porque mucho me temo que tu partida no contribuirá a combatir ese maniqueísmo y esos malentendidos que, como me dices tan justamente en tu carta, caracterizan a nuestro subdesarrollo, sino más bien a fomentarlos. Pienso que la equivocación cubana respecto de Libre, que tú y yo tratamos de aclarar en La Habana en enero del año pasado, y a la que la revista, en lo que lleva de vida, no ha dado el menor fundamento, va a tener con tu partida un respaldo tan importante como, perdóname, injusto.”

(Mario Vargas Llosa. Carta a Julio Cortázar, 5 de mayo de 1972, Las cartas del Boom.)


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