Casa de las Américas (La Habana, 1960-)

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Antón [Arrufat] volvió alegre a La Habana para encontrarse con una acusación de horrores homosexuales literarios: era su culpa, atribuida, la invitación de Alien Ginsberg a Cuba. […] No hubo juicio, ni siquiera hubo causa: Antón fue despedido ipsofacto de Casa y la dirección de la revista fue concedida como premio al pundonor militante a Roberto [Fernández] Retamar. Antes en desgracia latente pero ahora protegido del presidente Dorticós, a quien había convencido de sus dotes de intelectual marxista (las dotes de Dorticós aunque bien podían ser de los dos), Retamar fue el aparente instigador de las acusaciones contra Antón contra natura.”

(Guillermo Cabrera Infante, Vidas para leerlas)

Antón Arrufat me amenaza hasta con la guerra bacteriológica si no le junto y le mando y le anoto toda clase de colaboraciones para la Revista de la Casa de las Américas, y entre eso y lo de la placita ando bastante cejijunto y con un trabajo de todos los demonios. Muera el trabajo, aunque le pese a Marx. Yo sé que Caín me comprenderá.

(Julio Cortázar, Carta a Guillermo Cabrera Infante, 12 de enero de 1964, Cartas 1955-1964)

—Usted forma parte del Consejo de Redacción de la Revista de la Casa de las Américas. ¿Es ello una forma de su “compromiso”?—Por supuesto. Los mejores, los más lúcidos escritores y artistas cubanos apoyan la revolución, y basta ir a Cuba para verificarlo. Si en 1945 el peronismo hubiera contado con un apoyo análogo, yo hubiera sido peronista; pero no por nada el peronismo estuvo siempre solo en el plano intelectual y estético. Si individualmente el poeta y el artista son barómetros falibles, su libre adhesión colectiva me parece mucho más significativa que cualquier consideración geopolítica. Los que atacan la revolución de Cuba tienen buen cuidado de «ignorar» ese hecho y, sobre todo, de ir a Cuba para ver con sus propios ojos. Con Carpentier, Portocarrero, Graham Greene, Lezama Lima, Jean-Paul Sartre, Fernández Retamar, Carlos Fuentes, Neruda, Vargas Llosa, Simone de Beauvoir y centenares de intelectuales y de artistas, hago lo que puedo para apoyar una revolución amenazada por el miedo, la culpabilidad y la estupidez.

(Julio Cortázar, Carta a Arnoldo Liberman, París, 30 de diciembre de 1964, Cartas 1955-1964)

Después del triunfo de Salvador Allende, Fernández Retamar me había escrito unas líneas amables pidiéndome alguna colaboración inédita para la revista. En esos primeros días de diciembre del 70, me elogiaba con entusiasmo ante quien quisiera oírlo (y parecía dispuesto a transmitírmelo). Y hablaba de Pablo, refiriéndose a Neruda, como si nunca hubiera ocurrido nada. Yo me había encontrado con que la división literaria era más profunda, más irreconciliable que antes. Padilla no se saludaba con Lisandro Otero, con Fernández Retamar, con el uruguayo Carlos María Gutiérrez, a quienes no tenía empacho alguno en calificar de policías. Pero yo, aunque amigo de Padilla, era el enviado oficial del gobierno de Chile, y esas razones las entienden muy bien los policías. Antes, cuando había contribuido a darle el premio a José Norberto Fuentes, decisión literaria de la que todavía me siento satisfecho, y cuando Fuentes había tenido dificultades con el Ejército y con la Policía, había sido seguramente persona poco grata. Ahora la situación había cambiado y mis declaraciones de apoyo a la Casa eran recibidas como un inesperado respaldo que llegaba desde la Unidad Popular chilena. Es probable que la Seguridad del Estado, desde ese momento o desde mucho antes, ya hubiera resuelto invalidar ese respaldo, neutralizar al escritor doblado de la peligrosa investidura de representante diplomático del Chile de Allende.

(Jorge Edwards, Persona non grata)

Acabo de recibir el número 30 de Casa de las Américas, ya bajo tu dirección. Tal vez tu revista es la mejor de Hispanoamérica (con perdón sea dicho de Universidad de México y Diálogos). Por supuesto, no todo lo que se publica en ese número me gusta.

(Octavio Paz. Carta a Roberto Fernández Retamar, 5 de noviembre de 1965. Casa de las Américas 211)

[Domingo 29 de septiembre de 1974]. Los mismos textos del Congreso de Educación dentro del cual estalló el “caso Padilla” parecen olvidados, salvo en las aplicaciones casi administrativas (literatura para niños en mayor dosis, etc.) pero a cambio de este vacío teórico, los textos que publica la revista Casa valen por una penosa confesión. Acabo de ver el Nº 85 (julio-agosto 74) cuya sección de poesía (texto del premio del concurso y de los mencionados) es desoladora: editoriales seudo revolucionarios, pacotilla retórica, ni siquiera con las viejas obligaciones que imponía la rima y el ritmo hace cincuenta años a estos mismos productos.

(Ángel Rama, Diario)

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